jueves, 7 de noviembre de 2013

LOS VERSOS DE MARÍA FERNANDA CEBALLOS CALVACHE PARA LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA

La poeta colombiana María Fernanda Ceballos Calvache es hoy la protagonista de la última entrada del blog de La noche en blanco de Granada, en su sección de poesía dedicada a este evento, con la publicación de algunos de los versos de su fértil cosecha.




LOS VERSOS DE MARÍA FERNANDA CEBALLOS CALVACHE PARA LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA




María Fernanda Ceballos Calvache (1978, Colombia) Socióloga de profesión y poeta de corazón y oficio; con 35 años de edad escribe acerca del amor, el desamor, los sentimientos y las realidades políticas y sociales de su ciudad y país como escenarios desde los cuales busca liberar sus palabras e ideas con matices nostálgicos y existencialistas. Ejerce la crítica política y el activismo social y ha participado en organizaciones y movimientos sociales de base así como en causas por la defensa y promoción de los Derechos Humanos, espacios desde los cuales intenta fortalecer su visión del mundo y la vida. Ha publicado con la Fundación Plenilunio y en espacios de poesía y grupos literarios virtuales. Obtuvo primer premio en el  concurso Rápido, Rápido de Poesía auspiciado por la Editorial Argenta Sarlep. Participó de la Antología Poética “Amores Urbanos” con Mango Biche Ediciones en 2011. Forma parte de la Comunidad del Megáfono de Cali, del Grupo Poesía Grainart y del Colectivo Trébol de Cuatro Hojas. Ha participado en recitales poéticos de la región y el país.




365 OLVIDOS




Sientes que me he ido de estas veinticuatro paredes.
De estas doce ruinas que se desgastan y se ajustan.
De estas catedrales resignadas.
De estas crueles y olvidadas esferas lánguidas.
Sientes que me he ido y estoy más cerca.
Más cerca de la mano que no es mía.
Más cerca del sol que te ilumina y no me brilla.
Más cerca de tu mirada que no me mira.
Más cerca de hoy y de mañana. De ti y de tu prisa.
Sientes que me he ido y estoy abandonada en este piso.
En esta calle cubierta de polvo,
de transeúntes que nada les importa,
que nada se les hace nido.
Estoy aquí y no me has visto.
Estoy aquí y me das una moneda.
Me confundes con el mendigo, con el ladrón y la ramera.
Estoy aquí y no me miras.
Estoy aquí y no me tocas.
Sientes que me he ido de tus trescientas sesenta y cinco noches y tan sólo estoy en una
noche, con trescientos sesenta y cinco olvidos.



(Poema Inédito)



HABÍA QUE DECIRLO




Había que decir que se me abría el pecho como una rosa.
Que me sangraba como una corola con su néctar y que como enjambre,
una colonia de aguijones me sacudían, me hacían mella.
Había que decir que se me caían las hojas.
Que la corteza se me vencía y las raíces estaban secas.
El tallo languidecía y eran horas sin circular líquido en las venas.
La savia ya no llenaba las arterias. El vientre estaba tullido
como si una sequía se hubiera aposentado en mi tierra.
Había que decir que el fruto se perdió en la cosecha.
Que la vulva no estaba fresca y las semillas no alcanzaron la juventud,
murieron antes de salir de la nuez en la que estaban presas.
Había que decirlo todo.
Había que sacarlo y exponerlo como un cabrito resignado en un altar de sacrificio.
Curarlo en una hoguera de dolor. Calcinar el hueso de la traición
y macerar el veneno de la herida. Trasplantarlo y redimirlo. Hacerlo nuevo.
Había que decirlo. Había que sacarlo. Todo.



(Poema inédito)



SIETE PERPETUIDADES




Hay siete perpetuidades en mi esencia.
En el rincón de mi oreja se esconde la primera.
Dulce olor marchito en el lóbulo que cuelga
el silencio y el sonido,
como péndola de lo que se recuerda.
La segunda como estampilla
es un grabado en la azotea;
mis ojos dos estanques
con gotas siempre en sus vidrieras.
La palma de mi mano es la tercera.
Manchada con tinta y en el centro de su muñeca
un estambre de hilos
que urden con sangre las letras.
Hay siete perpetuidades en mi esencia.
La cuarta de ellas se encuentra en la cabeza.
Es cruel cuando emite ideas,
cuando alucina o cuando piensa.
Le gusta sentirse libre
a pesar de que en mí es presa.
La derecha de mi pecho envuelve la quinta perpetua.
Una especie de baúl carcomido por la existencia,
anida en un hondo resquicio
plagado de ramas y puertas;
una caracola parece su vestíbulo,
anticuario con viejas perlas.
Hay siete perpetuidades en mi esencia.
La sexta.
¡Ay, la sexta!
¡La perforación en mi costado,
la válvula que me alimenta!
El aire que respiro,
fogonazo para no perder la pelea.
El limbo de mi caída es la séptima esencia.
La boca por la que supura
la herida que no cierra,
la vertiente por la que desciende
el calvario de mi pena,
la ponzoña que adormece,
el bálsamo de mi anestesia.
Hay siete perpetuidades.
La octava es tu ausencia.


(Poema ganador Concurso Rápido Rápido de Poesía. Editorial Argenta Sarlep)


María Fernanda Ceballos Calvache
Colombia




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